sábado, 15 de junio de 2013

Mil razones.

-¡Pues claro que no! ¿Lo has visto? ¿Como me va a atraer?
+No te entiendo, ¿No era que te gustaba?
-Sí, lo sé, pero no por eso.
+¿Entonces como te puede gustar?
-La verdad es que no lo sé, no tengo demasiadas razones que darte. Me gusta como habla  y los gestos que hace cuando quiere darle énfasis a las cosas. Como me mira cuando digo algo estúpido y sonríe mientras baja la cabeza y niega con la cabeza. El perfume que se echa desde el primer día que lo conocí y aún hoy huele a él. Me gusta su ropa y sus marcas de la piel. También me gustan sus manos y su fea nariz.
Que coma como un bruto y ande tan despacio que te saque de quicio. No sabría decirte todo lo que me gusta de él, pero sé que lo único que no me gusta es lo mal que nos salen las cosas. Lo orgullosos que somos a la hora de arreglar las cosas para que no se vuelvan a romper, pero somos así de torpes con las cosas frágiles. Supongo que debería controlarme en las discusiones y él poner más de su parte para que no quiera irme de su lado por cada cosa. Tiene mil defectos, errores y imperfecciones, pero yo no le veo ningún error. Repetiría cada portazo, cada grito y discusión. Volvería a darle al botón de colgar en el teléfono y volvería a esquivar ese beso. ¿Pero sabes por qué? Él vendría a arreglarlo con un silencio que siempre, siempre lo dice todo. Será ridículo, patético, sintético, pero no creo que con todas las personas puedas sentir que cada día, cada minuto en cama, cada explicación en clase, cada copa un sábado, te hace falta un poco de ella. Por eso me gusta cada día un poco más, porque no creo que con todas las personas no haya una última oportunidad y siempre estéis el uno para el otro pase lo que pase.

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