domingo, 2 de diciembre de 2012

Besos por la raya de mi espalda.

Y la espalda estaba desnuda. Tuvimos al Sol encima, asomándose por la ventana, dándonos de pleno y también nos vió la Luna dormir. El dedo anular aflojaba la tira del bañador hasta ir sacándola poco a poco por el brazo. El pulgar y el índice tiraban del lazo hasta deshacerlo dejando el poco trozo de mi espalda que quedaba tapado al descubierto. Yo estaba boca abajo; él a mi derecha tumbado de lado. Me quedaba dormida y sonreía hacia la derecha. Me sopló en el oído aquel aire caliente que tantas veces había contenido. Seguía con los ojos cerrados pero también sonreí. El dedo meñique empezó a hacer círculos sobre mi cuello y daba paseos por los hombros mientras los labios le acompañaban con besos en los deltoides. Deslizó el dedo rápidamente hacia abajo por la columna dorsal y lo volvió a subir lentamente. Volvía a hacer ondas de un hombro al otro mientras la lengua le seguía el rastro borrando las huellas que dejaba. Cambió de dedo. El índice caminaba por toda la espalda, rápido y lento mientras me seguía mirando. Se apolló con la otra mano en la toalla, al igual que lo hizo en la hierba, en el sofá y en colchón. Me abrazó fuerte y es tumbó encima mía. Acercaba los labios al espacio entre mi cuello y mi hombro pero sin llegarlo a tocar mientras me cogía las manos y las colocaba sobre su pecho. Dí la vuelta sobre mi misma y lo tuve en frente sobre mi. Antes él me había hecho un camino de besos por la raya de mi espalda, y yo le estaba haciendo dibujos en la barriga con el corazón. No sé si con el dedo del medio de la mano, o con el de verdad.

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