lunes, 25 de junio de 2012

Ratón.

Lo siento, pero no me acuerdo.
Hace tiempo que no recurro a mi cabeza para escribir algo bonito y derramar una lágrima por el ojo derecho.
Hace tiempo que dejé de querer volver a pensar, que había cuentos que acababan bien. Mirar el lado izquierdo del teclado, sonreír, y seguir escribiendo. Mirarte los pies y verte pequeña.
Hace tiempo que no creí posible volver a morderme los labios queriendo besar otra vez.
Pero si mis dedos escriben esto, es porque echo de menos algún cuerpo. Solo uno.  Uno que huele como esos días de verano en los que te apetece tumbarte todo el día al Sol.
Un cuerpo en el que hay un labio inferior más grueso que el otro, y en el que los ojos finos y pequeños se hacen ver con un claro marrón-verdoso.
Unas manos de dedos largos y gruesos que te acarician la barriga mientras te apollas en su pecho y respiras lentamente.
Contienes la sonrisa le miras cada una de las pecas de la cara. Cada una más bonita.
Acercas tu nariz a su cuello y te das de cuenta de que no lleva la colonia de siempre que te vuelve loca. Le besas, le muerdes, te pierdes en ese cuerpo que te tiene atrapada mediante solamente dos brazos.
Hace tiempo que me pregunto como acabé aquí, queriendo tenerlo todos los días. Necesitando cada minuto su voz grave y pausada.

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